Como
un amanecer obscuro, rodeado de tinieblas y lluvioso fue la vida en la niñez y
adolescencia de Alfonso, un niño que a sus dos meses de nacido, fue arrebatado
de los brazos de su madre, quedándose así
ella sola, pues su esposo los abandono y se marcho con otra mujer.
Lo
cierto es que aquel niño creció con Esteban Lema y Manuela Jácome, a quienes
los consideraba sus padres; durante este
tiempo estaba rodeado de personas que lo querían y lo amaban, para su padres el
era su centro de atención pues era su único hijo; pero no todo fue color de
rosa, a sus siete años murió su madre causándoles
un daño irreparable en sus corazones; al poco tiempo de la partida de su madre también
perdió a su padre, quedándose completamente solo en este mundo.
Sentado
en el corredor de su casa con sus ojitos llenos de lágrimas solía ver aquella
carretilla de tabla llena de polilla y que decir de sus llantas que tenía muchos remiendos de caucho y aun la
daban uso , recordaba como con
Sus
padres llevaba el agua del rio en aquella
carretilla en la que el solía sentarse. Así transcurrieron horas, días, meses y
largos años de soledad, dejando de ser un niño a un joven que asumió deberes y
responsabilidad de un adulto.
Su
padre biológico decidió buscarlo luego de 18 años, su conciencia no lo dejaba
vivir en paz, como cuando una montaña se derrumba así se desmorono por completo
la vida de Alfonso al enterarse que a quienes
les llevo flores por 10 años no fueron sus padres. Su padre Comenzó con los tramites legales y para
reconocerlo y darle su apellido necesitaban
la partida de nacimiento del niño y en busca de ella fue como conoció a
su madre biológica, quien ya tenia un nuevo hogar; su encuentro fue doloroso y
emocionante, se abrazaron los dos mutuamente y con los ojos lleno de lagrimas
su madre le dijo” siempre le roge a mi Diosito que te cuide y te libre de todo
mal en el lugar que estés mijito”.
Su
padre lo llevo a la capital y aprendió
el arte de la peluquería, “mi primer
corte de cabello lo tengo muy presente, me puse nervioso y casi le corto la
oreja a mi primer cliente con una filosa tijera” entre risas cuanta Alfonso. En
su trabajo conoció a muchos personajes de la vida política “llegaban muchas
mujeres que por cierto eran muy atractivas y tan solo con sus miradas me
intimidaban, pero siempre muy serio, pues mi corazón ya tenia dueña mi Mary con
quien me case y hasta ahora recuerdo la
primera comida preparada por sus manos una sopa de dulce porque se confundió y le
puso azúcar a la sopa en lugar de sal”, tuvieron
cuatro hijas a quienes las apodaban sus
cuatro mosqueteras porque
siempre estaban juntas.
Las inmensas olas del destino lo arrastraron
hacia el cantón Sigchos, lugar donde vive con su familia, con sus amistades
es conocido como el maestro pelucas así menciono el pollo sastreto Ayala uno de sus amigo.
Hoy
don Alfonso tiene 55 años y trabaja en su propia peluquería con sus primeras
hijas Verito y Elizabeth, mientras que Diana y Evelin aun continúan con sus estudios.
Cuando
uno cree que todo esta perdido, siempre hay un requicio donde agarrarse y
seguir en esta vida dura.
Por: Diana carolina Cofre